El hecho
Mortal y traicionero ataque
La descripción que realizaron los investigadores de la fiscalía sobre cómo fue el crimen fue clara y categórica. En el requerimiento establecieron que el hecho de se produjo el 14 de julio, entre las 22.40 y las 23.30, en el dormitorio del padre Oscar Antonio Suárez. “Jorge Leonardo Herrera, empuñando un arma blanca, con la intención de causarle la muerte para ocultar el desapoderamiento de la suma de dinero que portaba el mencionado, y lograr su impunidad, ya que lo conocía”, señalaron.
Pero también agregaron que el ataque fue a traición: “cuando Juárez se encontraba de espaldas, le asestó 14 heridas punzocortantes en la región posterior del tronco, región anterior del tórax y en la región abdominal de su cuerpo, prolongando deliberadamente los padecimientos; provocándole, de esta manera, lesiones que en definitiva causaron su muerte en el lugar”.
Las pruebas
Tres evidencias muy comprometedoras
La fiscala Giannoni, durante la investigación del caso, y Sale a la hora de solicitar que Herrera fuera enjuiciado tuvieron en cuenta tres elementos importantes para señalarlo como el autor del crimen, ya que lo ubicaron en el lugar donde se produjo el hecho.
A través de las imágenes registradas por las cámaras de seguridad de la zona, descubrieron que una persona de “similares características físicas al acusado” fuera del templo conduciendo un Peugeot 308 blanco. “Las características del vehículo observado coinciden con el que tenía el sospechoso”, explicaron los peritos del Equipo Científico de Investigación Fiscal que analizaron los fotogramas.
En una silla que estaba ubicada en el dormitorio donde se concretó el crimen, los forenses tomaron una muestra de una huella. El 17 de julio, en el procedimiento donde se detuvo al joven, los investigadores encontraron debajo del asiento del conductor un par de zapatillas, cuyas plantas tenía un dibujo similar al que se encontró en el lugar del hecho. Se hizo un estudio similar al de comparación de huellas dactilares y los especialistas confirmaron que habían sido las del mismo calzado.
Los defensores Manuel Pedernera y Lucas Ramón cuestionaron las pruebas que venían recolectando los investigadores, pero con la llegada de los estudios de ADN todo se confirmó. Los especialistas de Buenos Aires confirmaron que la sangre encontrada en el pantalón del imputado (que fue secuestrado de un canasto de ropa sucia del domicilio de Herrera) y en el talón de la zapatilla derecha de Herrera era de la víctima.
El arma asesina
Un increíble hallazgo
El crimen del padre Juárez tuvo aristas que serían dignas de una intrincada trama de una novela policial. Y uno de los detalles más sorprendentes fue cómo dieron los investigadores con el arma asesina.
Según la hipótesis fiscal, el acusado después de haber cometido el crimen, arrojó el cuchillo en el canal sur. Allí fue recogido por un hombre en situación de calle que se lo vendió a una vecina de la zona. La mujer, que reconoció haber utilizado ese elemento para cocinar, se lo entregó con la funda a la Policía cuando observó que se hacían rastrillajes buscando el arma con la que supuestamente habían asesinado al sacerdote.
Los defensores y los familiares de Herrera calificaron como descabellada la posibilidad de que ese cuchillo haya sido utilizado para asesinar a párroco.
Sin embargo, Giannoni sumó pruebas irrefutables para confirmar esa posibilidad. En primer lugar, descubrió que el imputado había utilizado el celular en las cercanías donde el hombre en situación de calle dijo haberlo ubicado. También sumó un testimonio clave. “Quiero decir que vi la imagen de un cuchillo de cacería en una fotografía publicada por LA GACETA. Él (por Herrera) tenía tres de esos, me regaló uno a mí, pero de tamaño más pequeño y aún lo tengo. El otro era un cortaplumas, con tijerita y esas cosas, desplegable. Muchas veces veía ese cuchillo y por ahí lo agarraba para pelarle un cable para algún arreglo. Estaba en un lugar alto de la vivienda”, declaró Otto Galíndez Berger, testigo clave en la causa.
Pero todas las dudas que existían quedaron despejadas con las pericias genéticas. Por el minucioso trabajo realizado por el Ecif, los peritos encontraron rastros de sangre en la funda del cuchillo. Al confirmarse que era humana, enviaron muestras para que sean analizadas genéticas. La respuesta que recibieron fueron contundente: pertenecían al padre Juárez.
El móvil
Se mantuvo la teoría del robo
Para los fiscales, por los testimonios recogidos durante la etapa de instrucción, el móvil del crimen había económico. Sospechan que Hererra habría pretendido quedarse con una importante suma de dinero que el sacerdote le había entregado a su madre Norma Velárdez para que se lo cuidara.
“Antes de que empezara la cuarentena, estábamos en la casa parroquial cuando escucho que el padre decía con tono fuerte, como enojado, que la plata tenía que aparecer, porque esa plata era de él y que si no iba a tener que demandarlo. Creo que se refería al chico de la señora Norma, porque estaba hablando con ella, y porque le dijo: ‘¿si vivís vos y Leo cómo puede desaparecer la plata de ahí?’. Después me entero que al parecer al padre le había desaparecido un dinero de la casa de la secretaria; después pasó un tiempo y se tranquilizó todo por ese lado, pensé que se había solucionado el problema”, describió Antonia Palma.
Otro testigo agregó que el 19 de febrero de este año, durante una reunión de feligreses, Velárdez se retiró porque no se sentía bien. En ese momento, el sacerdote les contó a los presentes que habían robado el dinero de la parroquia que estaba en la casa de la secretaria.
El siguiente sábado, el sacerdote volvió a reunirse con esos feligreses y llevó una bolsa de dinero; les habría dicho que la secretaria había encontrado parte del dinero en un ropero. Una mujer declaró incluso que previo a otra reunión en la parroquia, notó a Juárez cabizbajo. Al consultarlo, el religioso le explicó que le habían robado una importante suma de dinero que estaba guardada en casa de Velárdez.
Según la declarante, Herrera le mostró fotos de los destrozos que los supuestos ladrones habían hecho en su casa, sin embargo ni él ni su madre habrían hecho la denuncia por el asalto. La fuente señala que el padre luego le contó que recuperó parte del dinero, y que Velárdez había encontrado un sobre con esa plata en la mesa de luz de Herrera.
La fiscala sostuvo que mediante esos testimonios “se comprueba que en el mes de febrero del corriente año la víctima entregó una cantidad de dinero a Norma Velárdez para que esta lo guarde en su domicilio (compartido con el imputado), que el mismo (dinero) fue aparentemente sustraído y que luego apareció en el dormitorio de Herrera y que luego fue entregado por Velárdez, aunque con una disminución en su monto no determinado y sobre el que ambos tuvieron que dar explicaciones”.
Un informe
No mostró sentimientos de culpa
Herrera, como marcan las normas, fue sometido a un psicodiagnóstico. “Presenta dificultad para adaptarse al medio y operar en la realidad, instrumentando de manera rígida los mecanismos defensivos de disociación, intelectualización y evasión, tratando constantemente de impedir que lo invadan sentimientos o emociones, es decir que los afectos no se expresan de modo armónico ni se incluyen en la apreciación de la realidad”, se puede leer en el informe. “Dichos rasgos conllevan a la posibilidad de actuaciones impulsivas y determinan una escasa implicación subjetiva y autocrítica. Del material clínico evaluado surgen indicadores que darían cuenta de baja tolerancia a la frustración, inmadurez emocional y conductas manipulatorias”, agregó la profesional que realizó el informen.
En el psicodiagnóstico se añadió: “ante situaciones de estrés o que le provoquen malestar se defiende con los mecanismos mencionados, pero cuando dichos mecanismos no son efectivos, puede ser reactivo. No se manifiestan indicadores de sentimientos de culpa o de angustia. Se trataría de un sujeto inmaduro e inseguro que busca agradar a los demás con una empatía forzada, en busca de seguridad”.
La profesional, sobre su comportamiento señaló: “intenta satisfacer sus necesidades de manera inmediata, lo cual incide en sus relaciones interpersonales, estableciendo vínculos superficiales y lábiles, teniendo a la evasión y al ocultamiento para impedir que surja su afectividad”.
La acusación
Podría recibir la pena más dura de todas
Herrera recibió una dura acusación. Los investigadores consideraron que actuó con ensañamiento porque “recurrió a un proceso de apuñalamiento en la espalda, luego intentó asfixiarlo (colocando cintas de embalaje en la boca) y por último terminar con las últimas puñaladas que truncaron su vida. Todos estos actos que exteriorizan sadismo y brutalidad”.
Consideraron además que hubo alevosía porque el imputado “actuó sobre seguro, ya que la víctima fue sorprendida en horas de la noche y atacada por la espalda con total indefensión ya que vivía solo en la casa parroquial anexa al templo de la Iglesia San Martín de Porres”.
Por último, le consideraron que se debería considerar el agravante de criminis causae porque con esta acción el acusado trató de evitar que lo denunciara antes las autoridades. Si un tribunal lo encuentra culpable, Herrera recibiría la pena más dura que se aplica: 35 años de prisión efectiva, es decir, no podrá gozar de ningún beneficio hasta que cumpla toda la condena.
Un misterio
¿Quién se quedará con los u$s 60.000?
Los U$S 60.000 que fueron entregados por el hermano del sacerdote siguen en mano de la Justicia. Hasta el momento, aparecen como posibles propietarios del dinero el Arzobispado de Tucumán y los familiares de Juárez.
La Iglesia presentó documentación argumentando que esos fondos habían sido entregados al sacerdote producto de la venta de un terreno para que realizara remodelaciones en la parroquia. Los feligreses de San Martín de Porres dijeron que en realidad esos dineros serían el producto de las numerosas actividades que realizaban desde hace varios años para realizar una importante obra en el lugar y para el mantenimiento del templo.
Por último, los parientes que recibieron el dinero señalaron que Juárez les había dicho que esa suma formaba parte de todos los ahorros de su vida. La resolución de este conflicto se debería dar en el fuero civil, a través de un juicio de sucesión.